Salamone -Hola, permiso Señora Pampa

Pampa -Pase Don Francisco. Siéntese en la hierba fresca y disfrute de la sombra del ombú.

Salamone -Gracias. Quería hacerle una pregunta ¿sabe usted lo que es el progreso?

Pampa -supongo que es el avance del hombre, que llegue el ferrocarril, esas locomotoras que nos invaden de humo y traen muchas gentes que hablan varias lenguas y tienen ganas de quedarse en nuestro suelo.

Salamone -Sí, esas gentes que vienen de tierras lejanas ¡Igual que yo! (se queda pensativo recordando el relato de sus padres de su Italia natal)

Silencio

Pampa – ¿sabe? A veces siento que soy muy chata, una línea recta que corta el horizonte. Sólo las cortaderas me hacen sentir que puedo elevarme. Pienso que me gustaría tocar el cielo, como las montañas donde los pájaros hacen sus nidos y la nieve cubre sus picos.

Salamone – Yo estoy aquí para pedirle permiso, para elevarla hacia arriba, irrumpir su paisaje… Tenderemos puentes entre el cielo y la tierra.

Silencio

Silencio…

¿Escuchas el silencio?

Un silencio tan inmenso como la Pampa misma.

Y de pronto vinieron los hombres, y trajeron sus máquinas, y trajeron sus ideas y trajeron sus voces. Y el silencio abismal fue roto. Y esa Pampa solitaria se fue llenando de esperanzas y sueños de progresar.

Pico y pala; pala y pico.

Noche y día trabajando sin cesar y al poco tiempo, en esa Pampa extensa surgía un edificio que se elevaba hacia el cielo azul sin nubes.

y…

Cayó la noche

Y…

La luna llena inundaba de plata la creación de Don Francisco.

Y…

Don Francisco se sentó en el pasto a mirar su obra

Y

Pampa -¿Sabe Don Francisco? me gusta este puente tendido hacia el cielo. Siento que la luna puede tirarse por el tobogán de sus muros y llegar hasta aquí, a acariciarme y hacer un charquito de luz blanca.

Don Francisco sonrió, puso sus manos detrás de su cabeza y se recostó sobre la hierba.

Esto recién empieza – pensó – y pronto se quedó dormido