Entre los templos de Córdoba destacan dos colosos que ocultan curiosidades y misterios: la Iglesia de los Capuchinos y la Basílica Nuestra Señora de la Merced. Su valor histórico y arquitectónico. Mensajes secretos en esculturas, murales y pinturas. Un tour de 182 escalones rumbo al cielo cordobés.
La provincia de Córdoba tiene lugares de interés escénico y cultural para la mayoría de los planes turísticos, se trate de vacaciones, fines de semana largos o visitas relámpago. Destaca por sus sierras, lagos y ríos, así como por una serie de hitos históricos en la que brilla el legado de la religión.
Dentro de esta categoría, añade valor una colección de templos de antaño. Entre ellos, por excepcionalidad, relucen dos edificaciones imponentes como la Iglesia de los Capuchinos y la Basílica Nuestra Señora de la Merced, entre otras joyas esparcidas tanto por la capital provincial como en destinos recónditos.
Iglesia de los Capuchinos
La Iglesia de los Capuchinos, del barrio de Nueva Córdoba, comenzó a construirse en 1926. Abrió sus puertas en 1933, aunque la obra concluyó en 1980. Luego, en 2016, fue objeto de una restauración en la que recuperó la intensidad de sus rojos, amarillos y grises originales, entre otras mejoras.
Fue la Orden Franciscana la que encomendó el proyecto de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús -su primer nombre- al arquitecto italiano Augusto Ferrari. El también pintor, entonces, levantó el templo a partir de una visión romántica y neogótica.
El resultado es una construcción metafórica que alude a la existencia humana en relación con la figura del dios católico. Esta premisa se aprecia en toda su extensión. Por ejemplo, a medida que el edificio alcanza altura, muestra cómo sus figuras se elevan simbólicamente más cerca del paraíso.
En la fachada se observa uno de los detalles más importantes de esta línea conceptual. El elemento predominante es una torre de 53 metros que perfora el cielo con su aguja. La acompaña una segunda torre de apariencia trunca, ostentando cierta asimetría intencional.
La singularidad de esta construcción da cuenta de que la Iglesia «comunica» a partir de cada decisión arquitectónica o estética que tomaron Ferrari y sus sucesores. Por caso, las bóvedas del interior exhiben estrellas en alusión al amor por el cosmos que sentía San Francisco. Curiosamente, los astros replican con fidelidad su posición en los cielos de Córdoba en 1930, cuando se pintó la obra.
En contraposición al firmamento, sobre la base del edificio, se reconocen pequeñas figuras de lagartos, ranas, tortugas y otros animales de sangre fría que buscan evocar el infierno, aunque en su gélica concepción medieval.
A estos elementos se añaden otros de origen mitológico, como los atlantes, figuras que sostienen las columnas del templo. En la fachada, también sobresalen coloridos pilares que aluden a la existencia de cosmovisiones previas.
Se puede visitar la Iglesia y explorar su verticalidad en una experiencia rumbo a la Torre Mirador. El tour se realiza junto con guías, a lo largo de 182 escalones. Tiene dos variantes: una diurna, de martes a domingo a las 18.30 y otra nocturna a las 20, en la misma franja semanal.
Además de las vistas espectaculares que aparecen en su punto más alto, es posible participar de las misas. Éstas se se celebran de martes a sábado a las 8, de lunes a sábado a las 19 y los domingos a las 10.30, 12, 19.30 y 21 horas.
Basílica Nuestra Señora de la Merced
La Basílica Nuestra Señora de la Merced se encuentra en la peatonal 25 de Mayo y Rivadavia, de la Ciudad de Córdoba. Es una de las dos basílicas de la provincia, categoría que adquirió en 1926 en virtud de su patrona, que había sido coronada por Manuel Belgrano como Generala del Ejército Argentino.
Hoy en día su historia acumula unos 400 años. Se remonta a fines del siglo XVI, con la Orden de la Merced llegando desde España. Uno de los terrenos que los religiosos compraron se situaba en la calle «de los Mercaderes», donde en 1601 fundaron el Convento de San Lorenzo Mártir.
El predio pasó a ser la casa de formación de los mercedarios. Lo ocupaba un gran número de sacerdotes, quienes desarrollaban tareas en lugares comunes como un patio repleto de árboles frutales, según registros fotográficos. Se cuenta que en esa época el lugar ganó el mote de «confesionario de Córdoba».
En lo que respecta a la Basílica, se levantó a la par del convento en tres etapas. Contó con diferentes edificios, cuyos períodos hoy se pueden identificar, por ejemplo, al apreciar elementos particulares como su antiguo púlpito, que es de estilo barroco y data de 1776.
En tanto la fachada se construyó en 1869 con un lenguaje de clasicismo italianizante e influencia de las basílicas romanas, aunque con una cuota importante de eclecticismo, corriente de moda contemporánea. Por otra parte la puerta principal se confeccionó en madera de cedro paraguayo y actualmente reviste amplio valor como hito artístico.
La imagen edilicia se completa con dos torres de impronta festiva italiana y culminación en chapiteles de origen alemán. En los laterales se aprecian contrafuertes románicos, mientras que la cúpula presenta detalles de ascendencia altoperuana. Se añaden cuatro campanas de imponente presencia.
En cuanto al altar, que históricamente corresponde a fines del siglo XVIII, hay que señalar que emula el tabernáculo de la Compañía de Jesús. Éste se ubica en la Iglesia de Villa de Tulumba, unos 130 kilómetros al norte de la capital provincial.
Aunque sin dudas, uno de los detalles que más llama la atención entre quienes recorren sus adyacencias son los 60 metros de murales de cerámica que describen la historia de Córdoba, incluyendo curiosidades sobre la colonización europea y hasta especulaciones sobre un futuro espacial cordobés.
Esta impresionante pieza fue realizada por el artista Armando Sica entre 1966 y 1969. Para ubicarla, se debe recorrer el lateral del templo que da a la calle Rivadavia. Como alternativa, además de explorar los exteriores e interiores del predio, se pueden presenciar misas a las 12 y las 19 horas.
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