Por Oscar Andrés De Masi
Las capilla de responsos fue declarada en la categoría de Monumento Histórico Nacional mediante el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional nº 525/ 2010 (que tuve el privilegio de redactar y propiciar) sumándose, en la máxima categoría legal-patrimonial, al repertorio de los bienes declarados en el marco normativo nacional (leyes 12665 y 27103) que reflejan la diversidad religiosa en la Argentina.
La escala del edificio guarda relación con su carácter de capilla de responso: sumamente equilibrada, ni muy grande ni muy pequeña, según las exigencias de los servicios específicos que se celebran en su interior. Por otra parte, su volumen, texturas y colores dialogan amistosamente con el paisaje que la rodea.
Ciertos rasgos formales comunes a los espacios religiosos del rito “reformado” que se derivan del proceso histórico de la Reforma y de algunos vectores iniciales que atañen a la simplificación de la liturgia, son observables en esta capilla.
En el lenguaje común, suele estimarse al espacio de la Reforma protestante (podría hablarse en sentido amplio e histórico de la «Iglesia Evangélica», nombre que se deriva de la unión, a comienzos del siglo XIX, en algunas provincias alemanas, de las comunidades calvinistas y luteranas) como «despojado» y, aunque provisoria, la palabra es adecuada en términos generales. No obstante, conlleva un registro relativo, que deriva de la comparación inevitable con el modo de organizar y adornar el interior de los templos católicos romanos: ¿despojado de qué? ¿despojado con relación a qué?. Aunque, también, mantendría este registro si se lo comparara con el espacio cristiano ortodoxo y su profusión de íconos.
Sin duda, ese «vaciamiento» se refiere a la notoria ausencia de una imaginería (ángeles, patriarcas, apóstoles, profetas, santos y santas etcétera) y unos componentes artísticos (retablos, relicarios, sagrarios, doseletes y otras piezas del mobiliario al servicio de la liturgia) o funcionales (confesionarios, cancelas, comulgatorios), tan presentes en los templos católicos romanos y, muy especialmente, en el momento estético manierista y barroco que coincide con la llamada «Contrarreforma». No en vano, la palabra «barroquismo» vino a ser sinónimo de exceso, sobrecarga y amaneramiento.
El exterior
La capilla del Cementerio Alemán fue proyectada por el arquitecto Juan Kronfuss (Budapest, Hungría 1872 – Córdoba, Argentina, 1944). Sus clases en la Universidad de Buenos Aires, sus relevamientos de campo en Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy, y las ilustraciones de sus libros, son características que lo siguen identificando como uno de los pioneros en la búsqueda de una arquitectura vernácula argentina, asociada a las formas coloniales.
Sin embargo, en este caso, prefirió una referencia más directa a las estéticas alemanas, ya que su lenguaje se enrola en dos referencias epocales: por un lado, domina la composición general un tardío estilo neoclásico prusiano (es casi inevitable asociarla a alguna obra del arquitecto prusiano Karl F. Schinkel, como la capilla de Pomona en Postdam), muy equilibrado y sobrio; por el otro, lo mismo que el pórtico, algunos de sus elementos delatan ya la interferencia de la vanguardia, en clave muniquense Jugenstil.
Su fachada exhibe un pórtico adelantado (o nártex) tetrástilo, del orden toscano, con un frontón triangular en cuyo tímpano se colocó un relieve escultórico de tema funerario clásico (la urna cineraria parcialmente velada) y, por debajo, una inscripción en lengua alemana, de fuente evangélica (SELIG SIND DIE TOTEN, DIE IN DEM HERRN STERBEN= Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor). La cubierta de tejas remata en una bella cruz de hierro forjado. Hasta aquí, Kronfuss se ha ceñido al precepto academicista.
Sin embargo, la agregación de dos torres cilíndricas (que morfológicamente semejan virtuales “garitas”) que suavizan las esquinas de la fachada, y su peculiar remate (que, sobre una cornisa saliente forma una suerte de casquete), vienen a rubricar una nota expresionista Jugendstil, ciertamente tardío, pero superviviente en el imaginario estético germánico de Kronfuss.
Ello supone una rareza arquitectónica, casi un heterotipo, en la medida en que, precisamente, el lenguaje Jugendstil fue la contracara alemana del Art Nouveau, y se planteó casi como un manifiesto anti-clásico. La amistosa convivencia, en un mismo eificio, de ambos lenguajes tan antagónicos en su matriz de origen, demuestra, una vez más, la capacidad concilaidora y mediadora de ese eclecticismo proyectual, practicado con éxito en el medio argentino.
La edificación estuvo a cargo de la empresa alemana Wayss & Freitag, establecida en el país a fines de 1909 y con fuerte expertise en construcciones de hormigón armado, ya desde sus comienzos en Alemania, a finales del siglo XIX.
La capilla fue inaugurada el 1º de agosto de 1926 (aunque el proyecto estuvo previsto desde antes, según puede observarse en el Plano del nuevo Cementerio Alemán fechado en noviembre de 1914, que tengo a la vista).
Se accede al interior a través del portal principal y de dos portones secundarios de cuatro hojas, situados a cada lado del edificio, bajo pequeños frontones triangulares. Una particularidad de estas puertas es, en cada una de ellas, una tronera con el motivo de la cruz realizada con perfiles de hierro forjado, decorado en su interior.
Su emplazamiento central, en el eje del ingreso y en el punto focal del camino principal, convierte a la capilla en un hito material dominante para todo el enterratorio, que se desarrolla a ambos lados y por detrás. Tomándola como referencia, nadie podría extraviar sus pasos durante una visita al cementerio.
Esta preocupación del proyectista por el entorno del edificio y el emplazamiento arquitectónico, vuelve la mirada, una vez más, a las lecciones de Schinkel y a su empirismo. En este caso, la centralidad focal del edificio denota, junto al lenguaje compositivo de la fachada, las influencias academicistas y su complacencia en las simetrías axiales. En tal sentido, el paisaje de su entorno, en especial los árboles, ¿alcanzaría el rango de un gesto romántico suficiente para imponerse al mandato clasicista?. Más aún, incluso apartado del canon “grecista” (tan imperativo en el neoclásico alemán de la primera mitad del siglo XIX y en Schinkel en particular), el pórtico se «italianiza» en un giro neorrenacentista, pero todavía clasicista. Ciertamente, ello reflejaría, aunque tardíamente, el terreno ganado en la segunda mitad del siglo XIX por las propuestas academicistas-renacentistas, por sobre los anteriores neo-grecismos. Pero todo ello, en este caso, con un toque personal de discreta vanguardia.
El interior
En la capilla (de nave única, como conviene espacialmente a su acotada función del rezo de responsos «presente cadaver ”), se destaca el altar de mármol (que se eleva sobre el solado mediante tres gradas. jerarquizándose como sector focal), con su alzada decorada con grecas y con una cruz aureolada.
Por detrás existe un bello vitral multicolor alusivo a la resurrección del Señor, fabricado en Munich por el Real Instituto de Arte Cristiano Mayer & Cía, e importado por Adolf Weber. También existen allí decoraciones pictóricas que fueron restauradas por el señor Pablo Jellin en 1986.
Una archivolta, que se descarga sobre semicolumnas y pilastras, ostenta la inscripción Gott ist nitch der Toten, sondern der Lebendigen Gott ( Dios no es un Dios de muertos, sino de vivientes), tomada del Evangelio de Mateo, 22,32.
A su vez, los vitrales colocados por encima de los dinteles de las dos puertas laterales, de análoga calidad y colores, aluden también a la figura de Cristo resucitado (un estandarte) y como dador de vida eterna (la alegoría del “pío pelícano”).
Quiero detenerme en un interesante detalle relativo a estos dinteles y su encuentro con los vitrales, advertido in situ por la arquitecta Marcela Fugardo y consignado en su Informe sobre intervenciones de urgente mantenimiento. Criterios y recomendaciones con ajuste a las buenas prácticas patrimoniales (febrero 2020), y que pone de relieve el ingenio funcional de Kronfuss y su equipo:
“Una observación que vale la pena remarcar es que el deterioro del dintel resulta compatible con el ingreso de humedades desde el marco metálico del vitral. Examinado este dispositivo original diseñado por el arquitecto Juan Kronfuss, se ha verificado la existencia de un pequeño conducto que cumple las funciones de canaleta latera, incorporado a la estructura de esa fenestración”.
Los pisos de baldosas calcáreas, con predominio de grises y negros y dibujos geométricos (círculos, cuadrados, rombos), son de sobria elegancia y han resistido dignamente el paso del tiempo. Los zócalos de mármol gris provocan una transición cromática entre el solado y los muros, originalmente de acabado símil piedra (pueden verse aún las imitaciones de los sillares) y recubiertos con pintura.
Un armonio y los bancos de madera completan el equipamiento original.
El edificio logra una óptima inserción en el encantador paisaje de su entorno: situada en el eje del acceso principal y en el foco visual del pórtico, armoniza volumétricamente, compositivamente y cromáticamente con los trazados clasicistas-racionalistas del enterratorio y con su carácter escultórico.
**El presente texto es extracto del libro de Oscar A. De Masi “De los cementerios protestantes de Buenos Aires al cementerio Alemán: 200 años de historia y servicio”, en prensa actualmente.